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Debe ser casi una marca haber tenido que dejar su bancada a menos de dos meses de haber entrado en funciones.

La congresista Yeni Vilcatoma de la Cruz, otrora adalid de la lucha anticorrupción y fugaz jale de Fuerza Popular, está viviendo su propio calvario. Ha solicitado, formalmente, a la mesa directiva del Congreso de la República ser reincorporada a la comisión de Fiscalización, por su perfil profesional, como lo contempla el reglamento del Congreso. Todo congresista debe pertenecer, por lo menos, a una comisión ordinaria. Y ella, exige sus derechos.

Luego de su obligada renuncia a la bancada naranja, no sólo fue retirada de la presidencia de dicha comisión y reemplazada, casi de inmediato, por su par Héctor Becerril sino que también fue sacada de otras cinco comisiones más.

El punto de quiebre para su dimisión fue el antagonismo que sostuvo con su ex colega de bancada, Osías Ramírez, por la discrepancia en un proyecto de ley, con nombre propio, y que requiere de modificación constitucional, que favorecería a Joaquín Ramírez, nada menos. Ella osó desafiar a Osías y todo indica que perdió la confianza.

Ella está cargando su propia cruz. Y, valgan verdades, la carga porque sabía perfectamente qué era el fujimorismo y quiénes lo integraban, pero su sed de poder la llevó a enrolarse en sus filas, sin reparo alguno.

Queda claro, ahora, que ambos se necesitaban: el partido naranja para lavarse la cara de la corrupción de los noventas y, ella, para conquistar una curul en el Parlamento. Pero este matrimonio terminó. Queda en entredicho, una vez más, el doble discurso del fujimorismo frente a los hechos referidos al lavado de activos y el narcotráfico.

Y para dar el toque de gracia, sus ex compañeros de bancada,  aprobaron el proyecto de ley anti transfuguismo, con un claro sentido punitivo, enviando un mensaje tácito a quienes osen renunciar. A la Vilcatoma esta ley no la alcanza, pero peor no puede haber quedado.

Además se ha convertido, casi, en una paria política, ya que ninguna otra bancada se ha dignado en acogerla. Al parecer, se la pasará en solitario mientras algún otro disidente logre acompañarla.

Por el momento, Vilcatoma de la Cruz, seguirá llevando el apellido bien puesto.

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Foto: El Comercio