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El sunami político y social generado por la corrupción desnudada en el caso Odrebrecht pareciera haber desatado la furia del mismísimo cielo que, cual castigo divino, nos ha enviado un diluvio territorial.

Y es que el cielo llora la decadencia integral a la que hemos llegado como sociedad. La ética en la función pública y la descomposición moral de la sociedad en su conjunto, porque si hay corruptos es porque hay corruptores, nos han llevado a la podredumbre social. Esta crisis generada por este fenómeno natural de grandes proporciones podría, de no ser bien atendida, llevar al país al descalabro y ponerlo en una situación de proclividad para una aventura extremista.

Son tiempos difíciles para nuestro Perú y qué duda cabe para el Gobierno en pleno, un gobierno que parece no haberse nacido con una estrella sobre sí, precisamente. Desde el comienzo todo ha sido complicado, no ha podido gobernar con estabilidad. Los escándalos de corrupción, algunos errores-que en política se pagan-, malas decisiones en las designaciones y un fenómeno natural, agresivo, intenso e imprevisto en su magnitud, bautizado como el “Niño costero”, parecen haberse ensañado contra una parte del territorio nacional, su población y, por supuesto también, contra PPK y su gobierno.

El problema es más grave de lo que aparenta porque toda esta suma de sucesos viene alimentando un descontento social latente, a tal punto que amenaza en convertirse en una situación de caos y desborde popular. La gente afectada necesita una respuesta rápida y eficaz por parte del Estado. Hay angustia y mucha desesperación. Frente a eso, estoy seguro, PPK hace denodados esfuerzos por mitigar este desastre que ya ha afectado a más de 600 mil peruanos. La ayuda es y será siempre insuficiente en estos casos, pero se deja traslucir voluntad y acción en las esferas del poder.

Desde el comienzo del gobierno el presidente Kuczynski intenta desarrollar una gestión apropiada, que nos pueda dirigir al desarrollo y a la reducción de la pobreza. Este fenómeno, sin embargo, le ha puesto una zancadilla más y ha mostrado nuevamente el atraso en el que se encuentran sumidas algunas regiones del Perú. Y en alguna medida es válido atribuírselo a las falencias del sistema político en las últimas décadas. ¡Cuidado!

De otro lado suele decirse que de toda crisis surge siempre una nueva oportunidad y así parece haber sucedido. De venir cayendo, sostenidamente, la popularidad del jefe de Estado y su gabinete este hecho  le ha permitido revertir esta tendencia, paradójicamente. Queda claro que fue un acierto enviar a los ministros a “ensuciarse los zapatos” y más que eso. Algunos aparecieron casi sumergidos en las aguas, dando asistencia  y coordinando en las mismas zonas del desastre, causando una buena impresión en la ciudadanía. Claro que nada es perfecto y no se ha podido llegar a todos aún, lo que le dará un carácter efímero a la circunstancia.

Vivimos, a su vez, tiempos de una inusitada solidaridad. Nunca antes vimos tanto despliegue espontáneo de la sociedad civil y de las entidades públicas en su totalidad, a fin de sumarse a las tareas de rescate y de ayuda. Voluntariados súbitos, improvisados centros de acopio, donaciones espontáneas de todo tipo y un espíritu de generosidad ha quedado evidenciado, gratamente, en nuestro país. Ha sido muy gratificante sentirse peruano en estos días. Quién sabe se ha manifestado un sentimiento nacional pocas veces visto antes.

Pero como todo, nada es eterno y esto va a terminar en un corto tiempo. El “Niño costero” se irá, y habrá dejado, según los expertos, no menos de S/. 15 mil millones en pérdidas materiales, solo en infraestructura del Estado como puentes y carreteras. Además con una inmensa tarea de asistencia social de carácter obligatoria porque hay mucha gente que lo ha perdido todo y el Gobierno deberá ser creativo en la reconstrucción y apoyo de las zonas y personas afectadas, respectivamente. La transparencia en todo ello es hoy un imperativo. No se puede negar que PPK y sus ministros tendrán que mitigar los daños del desastre y además llevar adelante las reformas necesarias con miras al 2021.

La responsabilidad que tendrá este régimen en paliar los efectos de este evento natural es ENORME. Si tiene éxito- cosa que todos deseamos- habremos llegado al bicentenario listos para insertar al país en las vías del desarrollo. Caso contrario- alternativa auto negada por nosotros-el país podría quedar preparado para una aventura “mesiánica”, de esos líderes de masas o “outsiders”, con matices populistas, cuya característica en la historia reciente ha sido siempre nefasta ya que suelen hacer más pobres a los pobres y que además terminan por convertirse en regímenes corruptos, autoritarios y con el inmediato recorte de los derechos y libertades individuales. El lobo yace agazapado esperando que la presa tropiece.

En todo esto el fujimorismo, que está en la misma orilla ideológica del Gobierno, juega un rol fundamental, preponderante y que parece no haber caído en cuenta de este inmenso riesgo para el país o es que las ambiciones personales no les permiten mirar con objetividad esta posibilidad. Su papel ahora es de oposición, está claro, pero ella no puede convertirse en obstruccionismo, ni se puede esperar un cogobierno tampoco.

Los fujimoristas están llamados a dar viabilidad a las reformas que el país requiere, a mostrar una real actitud de colaboración, desde el Congreso, y así coadyuvar a sortear este difícil reto que enfrenta la Nación y que tendrá que liderar y asumir este gobierno. Si Keiko Fujimori no tiene claro que el fracaso de este régimen es el desvanecimiento de su candidatura para el 20121, el país quedará a su suerte. Al garete.

No es momento de pretender “ganancia de pescadores” ante estos ríos que andan muy revueltos. Es tiempo de cambiar muchas cosas. Comenzando con una reconstrucción material de las zonas afectadas y, por sobre todo, iniciar una restauración del país desde la ética pública y la moral nacional. No desaprovechemos la oportunidad frente al infortunio que nos ha tocado vivir. Tengamos optimismo.

Lucidez pe

Foto: Lucidez pe

andina

Foto: Andina