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El martes pasado la bancada de Fuerza Popular tuvo su plenario acostumbrado y aprobó sancionar a Kenji Fujimori, por inconductas reiteradas, permanentes y planificadas, con 60 días de suspensión en sus labores partidarias y ello, ha desatado la furia del joven samurái.

Lo relevante del hecho es que ha quedado al descubierto el cisma al interior de Fuerza Popular, lo que se pretendía negar en todos los idiomas, pero la verdad siempre sale a la luz. La pugna de los hermanos Fujimori por sus ideas, sus posiciones, por sus amores y, sobre todo, por sus aspiraciones no se puede ocultar más. La naranja ha quedado partida y con un sabor muy agrio.

La medida disciplinaria en contra de Kenji ha generado también adhesiones de diversos actores políticos. De hecho la más importante, y que fue hecha pública, es la del mismísimo Alberto Kenja Fujimori Fujimori, quien a través de su cuenta de Twitter ha levantado su voz de protesta en defensa del hijo predilecto. Ha denostado de algunos miembros de Fuerza Popular y los ha llamado «infraternos y desleales», cuando él es consciente que su hija mayor, Keiko Fujimori, es quien tiene la batuta en la toma de decisiones de esta agrupación. Una desautorización implícita y un llamado de atención, que ha sido ignorado.

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Tuits enviados en respuesta a la sanción

Es más, le han salido al frente de manera desafiante, y hasta irrespetuosa, pidiéndole que se tranquilice y que tome agüita de azahar. Esta afrenta ha sido dirigida por el congresista Rolando Reátegui, sin que sea llamado al orden por sus correligionarios, y menos aún por la propia Keiko, pero Kenji sí le ha parado el macho exigiéndole unas disculpas públicas y un mínimo de respeto para su padre.

Además, el benjamín de los Fujimori Higushi ha afirmado públicamente que la sanción impuesta sería porque viene luchando por la libertad de su padre, a cualquier costo, y parar coartar su libertad de opinión, muchas veces discrepantes. Lejos de acatar la sanción sigue haciendo declaraciones polémicas a los medios, pues lanzó otro misil al preguntarle públicamente a su hermana: «¿desde cuándo se entronizó la intolerancia en Fuerza Popular?» Esa respuesta para muchos de nosotros es obvia: siempre.

Más allá de las especulaciones del poder que ejercerían tras las sombras Ana Vega y Pier Figari, lo cierto es que Keiko Fujimori maneja el partido a su antojo. Y ella no ha tenido reparos en ignorar los exhortos de su padre y ha hecho prevalecer, sobre él, la disciplina partidaria. Además, con la inhabilitación de Kenji le ha truncado la posibilidad, genuina por cierto, para que él pueda conformar una lista propia y tentar la Presidencia del Congreso. Keiko sería una reina sin trono legítimo en las huestes naranjas.

Esta posibilidad hubiese resultado, asimismo, un punzante desafío a los designios de la señora Fujimori, quien ve con buenos ojos que sea Cecilia Chacón-persona de su entera confianza- quien dirija la mesa por el próximo periodo congresal. A decir verdad, que Chacón De Vettori presida el Congreso tendría otras intenciones y esos planes no pueden alterarse para la primogénita de Alberto Fujimori. Soplarían vientos turbulentos para la siguiente legislatura. Los acuerdos del último diálogo empezarían a difuminarse.

Cabe mencionar que en pleno “infightin” han surgido declaraciones altisonantes-que no apaciguan los ánimos- como las de Luis Galarreta, vocero oficial, quien ha dicho: “Kenji Fujimori daña la imagen del partido”. Por su parte, Héctor Becerril deslizó la posibilidad de su separación de la agrupación. Así están las cosas en el fujimorismo.

Esta disputa podría llevar al quiebre final de Fuerza Popular, ya que no han calculado que les podría costar cuando menos 23 congresistas, lo que reconfiguraría el mapa político en el Congreso de la República. Esto podría liquidar la mayoría de la que hoy gozan. Ojo al piojo.

Si en algo coincidimos con Kenji es que no existe fujimorismo sin Fujimori, por lo que las aspiraciones que no cuenten con el apoyo del líder histórico no tienen ninguna prevalencia en el tiempo, a menos que él siga preso en las instalaciones de la DIROES o sufra un trágico desenlace en prisión. Y Keiko lo sabe.

Queda claro que el fujimorismo, nos guste o no, es un legado político renacido de las cenizas, que Keiko Fujimori se lo ha atribuido como exclusivamente suyo. Es como si se estuviese apropiando de la herencia del padre que aún vive. En el nombre de él forjó toda su carrera política y no está dispuesta a perderla, sin dar la pelea. DFEXcaiWsAAP6IL

Foto: Perú.com

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