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Luego de la tormenta y la precipitación que sufrió, en las últimas semanas, la adenda firmada con la empresa Kuntur Wasi para la construcción del aeropuerto de Chinchero, buscamos recuperar la caja negra para intentar explicar este siniestro.

En primer lugar, la cerrada defensa-casi irracional- del proyecto Chinchero que hizo el Ejecutivo ha representado la baja sensible de dos ministros para el Gobierno. Y la mayoría opositora, en el Congreso, pretendería ir por el tercero: Fernando Zavala, premier y ministro de Economía, nada menos. De darse esta situación la catástrofe aérea sería de proporciones inconmensurables.

Por otro lado, el caso Chinchero ha evidenciado, una vez más, que las grabaciones subrepticias continúan siendo una práctica común en el Estado, sin que nadie haga algo para desterrarla. Por la magnitud de los hechos revelados esto tipo de ilícitos ha pasado, como de costumbre, a un segundo plano. Las conversaciones conocidas entre los dos ex ministros, el premier Zavala y el hoy ex Contralor de La República, Edgar Alarcón Tejada, han dejado al país sumidos en la desconfianza y la desazón.

Y es que hoy, a la luz de los hechos, no termina de entenderse cómo, o por qué, se mandó al sacrificio al Ministro de Trasportes y primer Vicepresidente, Martín Vizcarra, a defender esta adenda. Él, además de ser un hombre honesto y muy cercano al presidente Kuczynski, era el puntal idóneo, por su perfil, para llevar adelante la Reconstrucción Nacional y mitigar los efectos dejados por el “Niño Costero”.

El análisis post incidente nos revelaría que hubo un acuerdo estratégico- pese a que sostuvimos que Vizcarra debió morir en su ley- con el Presidente Kuczynski para su renuncia y evitar así su inminente censura por parte de la aplastante mayoría fujimorista. Los miembros de Fuerza Popular se llenan la boca asegurando que ellos no lo iban a tachar, es fácil decirlo ahora cuando el ex ministro les ahorró la gestión. Su suerte estaba echada, en cualquier caso.

Por esas mismas grabaciones fue interpelado también Alfredo Thorne, según se dice de trayectoria intachable, y en una movida que sólo se entiende como una “salida digna”, al ex ministro de Economía se le negó la confianza en el Congreso y fue enviado de regreso a sus actividades privadas. Cabían otras alternativas que, al parecer, no se barajaron.

Una era su voluntaria renuncia, porque en política los errores se pagan y reconocemos que lo escuchado en los audios fue un exceso, por decirlo menos. La otra era que el Presidente, a través de su premier, pidiera cuestión de confianza para trasladarle la responsabilidad a la bancada naranja y que asumiese el costo político de la censura a todo un Gabinete. Así, además, hubiesen defendido con reciprocidad a Thorne a quien a todas luces se le encargó esta misión, quedando muy mal parado.

El desastre Chinchero descubrió, por añadidura, que Edgar Alarcón era un personaje oscuro, carente de cualidades éticas e insolvencia moral, hecho por el cual la Comisión Permanente del Congreso decidió removerlo del cargo de Contralor. El ex funcionario, que no goza más de la confianza ciudadana, se resiste a dejar el puesto y ha declarado que interpondrá una medida cautelar en el Poder Judicial. Está en todo su derecho, pero también está descalificado para seguir en el cargo.

En resumen, Chinchero va dejando ya un penoso saldo para este régimen a casi un año. Adicionalmente, un pedido expreso para citar al premier Zavala por los audios con Alarcón, algo que desestabilizaría aún más a este Gabinete que podría terminar por sucumbir en las próximas semanas, justo para las fiestas patrias. Toda una hecatombe política. ¿Por qué se insistió, con testarudez, con este proyecto lesivo para el Estado? La respuesta no está en la caja negra, sólo ellos lo saben.

Fotos: La República

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